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Falleció la Madre Irene García de Prado, fundadora de las Hermanas del Buen Samaritano.

Feb 17, 2017

 

En la ciudad de Molina, el viernes 17 de febrero a las 12:00 horas partió a la casa del Padre la Madre Irene García de Prado, a la edad de 89 años, rodeada de sus hijas de la congregación del Buen Samaritano.

Su velatorio se realizará en la Capilla “El Buen Samaritano”, en su propio domicilio. Los funerales se comunicarán oportunamente.

Una vida intensa de trabajo a Dios y a los pobres

Madre Domnina Irene García de Prado, para los pobres, los abandonados y los enfermos, fue sencillamente “la Madre Irene”, la monjita de Molina, quien recoge a los cientos de “caídos en el camino de la vida”.

La Madre Irene fue una persona que desde muy niña, solo quería ser “monjita”, se consagró a la vida religiosa muy joven (15 años), a los 18 años hizo los primeros votos, a los 23 la profesión perpetua en el año 1951 en la congregación de las Siervas de Jesús. Entre tanto hizo estudios de enfermería, recibiendo el título de Enfermera en la Universidad Complutense de Madrid, en España. Poco tiempo después (dos años) fue destinada a Bilbao, al prestigioso “Sanatorio Bilbaíno” para ser ayudante de cirugía con el famoso Doctor Eusebio García Alonso. Además, le encargaron la dirección de la clínica, y la administración de la misma, cargos que ejerció durante 14 años al lado del famoso doctor García Alonso y tres años más para hacer la ampliación del Sanatorio hoy existente, cuyas obras también supervisó ella.

Terminadas las obras de la ampliación del Sanatorio, pidió a su M. General, Madre Sagrario Olarte, permiso para ir a hacer una experiencia con la Madre Teresa de Calcuta, a lo que la Madre le respondió, “si quiere pobres, ya la vamos a mandar a Chile”. Así fue como el designio de Dios estaba en el plan de que vendría a Chile.

El 5 de noviembre de 1970, cuando tenía la Madre 43 años llego a su nuevo destino en la ciudad de Talca, Chile, con el cargo de Superiora de la comunidad. Su Madre Superiora le había dicho “Si quiere pobres vaya  a Chile”. ¡Vaya si encontró pobres!, en las poblaciones como, Hermanos Carrera, Brilla el Sol, etc., para las curaciones todos tenían que ir al Hospital Provincial. Decía la Madre el impacto que fue para ella, ver el tremendo desamparo de la pobre gente.

La Madre se dio a la tarea de poner pequeños puestos de salud o policlínicos donde la gente pobre pudiera acudir a colocarse una inyección o curarse una herida. Puso en las poblaciones marginales tres policlínicos y su propio consultorio en la calle 4 Oriente donde ella residía.

Tuvo suerte porque había cuatro Hermanas tituladas de Paramédicos y de la cruz roja, entonces le fue fácil hacer algo tan hermoso, como insertarse en la Población Hermanos Carrera y en la Población Santa Ana, Villa Aurora y llegar hasta donde los más pobres lo necesitaban.

También tuvo tiempo para ir a las sedes de las poblaciones o a las parroquias y dar cursos de primeros auxilios.

En Talca estuvo siete años.  Después fue trasladada, para cumplir con las normas de la congregación, y pasado un tiempo, como en ella tenía una gran experiencia entre los más pobres, aconsejada por Monseñor Carlos González, Obispo de Talca, pide la dispensa de sus votos y deja la congregación a la que pertenecía y se dedica de lleno a la atención de los enfermos pobres más pobres.

El 19 de junio de 1978 llegó a Molina con la Hna. Eloísa, que también dejo la congregación para seguir el mismo llamado de Jesús.

Un buen día Monseñor Carlos González Cruchaga, Obispo entonces de la Diócesis de Talca, fue a visitarlas y celebró la misa en una habitación diminuta. Allí sin más preámbulos les dijo: “Madre Irene, ¿por qué desde ahora no les llamamos Hermanas del Buen Samaritano? La Madre nos cuenta que sintió mucha emoción. Al principio muchas personas no creían en su vocación de servicio, pero la ellas, decían,  “nosotras seguimos los pasos de Jesús el Buen Samaritano”.

El 17 de diciembre el obispo Carlos González presenta a las religiosas, que ya eran tres, al pueblo de Molina, a la Diócesis, y les considera como gestores de una nueva congregación en la Santa Madre Iglesia.

Desde que llegaron el 19 de junio a Molina no han dejado de ver, curar, acoger a los ya  miles y miles de ancianos pobres y enfermos de toda clase de enfermedades, casi siempre terminales, lo que casi nadie quiere, los que no pueden cuidar en sus pequeñísimas casas y tampoco en los hospitales.

Un día le preguntaron cómo lo hacía para recibir a tanto enfermo marginado y sucio, y ella contestó: “Lo primero… se les baña y luego se les pregunta quiénes son”.

Además, del Policlínico, en 1985 se habilitó un Comedor Infantil como una medida para combatir la desnutrición y el raquitismo infantil.

En 1987 se trasladan a la actual casa donde mantienen su Casa de Acogida para Enfermos Terminales y un Policlínico externo donde diariamente atienden a centenares de personas que no pueden pagar médico. A ellos les entregan medicinas, cuidados y curaciones totalmente gratuitas.

La Madre Irene y las hermanas del Buen Samaritano viven de la Providencia, que jamás falla cuando se trata de servir a los pobres. Un ejemplo; el pan de cada día para los acogidos en el hogar, como para las religiosas es una donación de los panaderos de Molina y de Curicó.

A mediados de 2016 debido a su avanzada edad y problemas de salud la Madre Irene pidió dejar  la responsabilidad de Superiora General de la congregación del Buen Samaritano, siendo elegida para este cargo la hermana Patricia Ibarra.