Hace dos meses el profesional ya había tenido que pagar a otra víctima para evitar juicio oral por delitos de apropiación indebida y prevaricación. Mujer de la Sexta Región se queja de excesiva lentitud en la tramitación de su causa y de nulo interés en “tocar” al abogado en Curicó, donde tiene muchos conocidos.
Año 2010. Victoria Rubio, exitosa comerciante de la comuna de Litueche, atraviesa por un mal momento personal y económico: hace pocos meses se había separado de su marido, quien había contraído numerosas deudas a nombre de la sociedad que gestionaba la ferretería de la que era dueña en el pequeño pueblo de la Sexta Región. La mujer estaba experimentando una profunda depresión y necesitaba ayuda en forma urgente.
El primer paso era negociar con sus acreedores, para lo cual requería de la asesoría de un abogado. ¿El elegido?: Ricardo Rojas Menares, un flamante profesional que recién se había titulado ese año y, por lo tanto, estaba “libre de toda clase de mañas”.
El abogado Rojas tenía poder de convencimiento. “Me decía que él me ayudaría, pero que tenía que confiar plenamente en él, pues desde ahora en adelante ya nunca más estaría sola”, recuerda Victoria Rubio.
La primera medida que adoptó el joven abogado fue que su clienta le otorgara un mandato general para presentarse personalmente ante sus acreedores y así negociar sus deudas. “Me contaba que tenía que viajar a Santiago para reunirse con la gente de Imperial, me exhibía correos electrónicos de la empresa para convencerme que estaba trabajando sin descanso por mí”, añade Rubio.
En ese contexto, Rojas Menares le habría advertido a la mujer que su casa estaba en serio peligro de ser embargada, por lo que debía transferírsela a la brevedad a un tercero. “Luego de pensarlo muchas veces, no encontré a ninguna persona a quien confiar lo que me propuso mi abogado, por lo que opté –señala Victoria Rubio– por traspasársela a él mismo, quien me aseguró que era algo transitorio, de unos cuatro meses”.
Pasaba el tiempo y el jurista no cumplía su promesa de devolverle la casa a su clienta. Rubio se inquieta y comienza a averiguar qué estaba ocurriendo. Fue así como descubrió que el inmueble, que con tanto esfuerzo adquirió, había sido transferido por Rojas a un sujeto llamado Francisco Lizana, socio y amigo del abogado. Y eso no era todo: Lizana hipotecó la casa de Victoria Rubio nada menos que dos veces…
Inmediatamente la mujer requirió las explicaciones del caso a su abogado, quien declaró haber sido engañado por Lizana, comprometiéndose a hacer todas las gestiones que estuvieran a su alcance para que su socio restituyera el bien raíz a Rubio.
“Este Lizana me estafó y ahora no quiere devolverte la casa, Victoria”, eran las frases más recurrentes de Rojas. Sin embargo, “aparentemente la enemistad de Rojas con Lizana no era tan cierta, pues el año 2013 la casa vuelve a aparecer inscrita a nombre de Ricardo Rojas, quien me aseguraba que me la devolvería a la brevedad y libre de toda clase de hipotecas”, recuerda la mujer.
Pasaban los meses y todo seguía igual: el abogado aparecía en los registros oficiales como el único dueño de una casa de más de cien millones de pesos, fruto de una década de trabajo de la mujer de la Sexta Región.
“Llegó un momento en que la situación se hizo insostenible. Así, para disminuir la presión que Victoria ejercía sobre Rojas, éste redactó un contrato de promesa de compraventa en el que se obligaba a devolverle el inmueble a su antigua clienta. Este contrato fue enviado por Ricardo Rojas a la Notaría Domínguez. Sin embargo, el día en que debía acudir a firmar, Rojas Menares no apareció”, indica Nelson Díaz, abogado de Victoria Rubio.
El profesional agrega que “incluso citamos a confesar deuda a Rojas, se le exhibió el borrador que envió a la Notaría Domínguez y, bajo juramento, dijo que no era efectivo lo que decía ese documento. Posteriormente, revisando los correos electrónicos de la época, encontramos un mail donde Rojas adjunta ese borrador a Victoria y le dice que iría a firmar en octubre de 2013 a la Notaría Domínguez, por lo que claramente falta a la verdad ante un tribunal de la República, y lo más grave de todo es que lo hace bajo juramento, lo que en nuestro concepto es constitutivo de delito”.
Victoria Rubio ha presentado dos querellas en contra de Ricardo Rojas, una por estafa y apropiación indebida y otra por hurto, pero las cosas siguen como al principio, lo que se encarga de recalcar la mujer: “veo con indignación cómo este sujeto se pasea como si nada por la ciudad, manejando un Lexus, al parecer seguro de los contactos que mantiene en Curicó. Llevo tres años esperando que se haga justicia y advierto un nulo interés por “tocarlo”. Ningún abogado quería tomar mi caso porque era un “colega”, justificación inaceptable y que demuestra el escaso profesionalismo y la poca ética de mucha gente de acá”.
El abogado Díaz afirma que llegará hasta las últimas consecuencias, pues “al igual que en el caso de Saturnino Muñoz, que fue patrocinado por nuestra oficina, Rojas vuelve a culpar de todos los males a Francisco Lizana, tesis que se desplomó cuando la fiscalía local, por orden de la fiscalía regional, formalizó y acusó a Rojas Menares por apropiación indebida de $28 millones de Saturnino Muñoz y prevaricación. En este último caso Rojas debió pagar para evitar ir a juicio oral. Ahora, increíblemente, aparece una nueva persona, Victoria Rubio, contando una historia casi calcada a la anterior, lo que nos parece impresentable y revelador de un modo de trabajar totalmente reñido con la buena praxis profesional al que debemos ponerle coto desde ya”.